Por Julio Betancourt*

En mi experiencia en las aulas de la UCAB he podido notar que, al hablar de Gestión Cultural, los alumnos suelen relacionarla con la presencia de obras de arte en la ciudad (al alcance de todos) o con la realización de diversas actividades o disciplinas, tales como: eventos de proyección artística; festivales diversos al aire libre o en recintos cerrados; ferias; conciertos; gerencia de museos y galerías, entre otras. Sin duda la Gestión Cultural es amplia, y todo lo aquí mencionado forma parte de ella, pero no la define.

Si nos aproximamos a la Cultura como “un espacio de construcción colectiva de universos simbólicos, prácticas sociales y agendas políticas” (Rodríguez, s.f) podemos definir a la Gestión Cultural como un conjunto de estrategias y procesos que buscan influir en ese espacio, en un contexto determinado y apuntando a una democracia en el marco de los derechos culturales acordados en el seno de la Unesco.

En este sentido, como se trata de trabajar con universos simbólicos y prácticas sociales, la comunicación social asume un papel fundamental, más aun cuando el espacio para hacerlo está constituido, principalmente, por los medios de comunicación. Como señala Iñaki Domínguez (2010):

Hoy el espacio privilegiado de la cultura en las sociedades avanzadas es el constituido en torno a los medios de comunicación de masas los cuales, por sí solos, ocupan una parte considerable del tiempo de ocio (citado en Bisbal, M. y Nicodemo, P., 2010: 139)

Esto quiere decir que los medios de comunicación:

  1. Son protagónicos en la construcción de los universos simbólicos.
  2. Son espacios donde se transmiten, aprenden y cuestionan, masivamente, las prácticas sociales.
  3. Influyen, significativamente, en el establecimiento de las agendas políticas.

En un estudio de consumo cultural llevado a cabo en 2010 se observa cómo, en Venezuela, el uso y consumo de los medios audiovisuales supera abrumadoramente tanto la asistencia a teatros y cines, como la lectura de libros, periódicos y revistas (Bisbal, M. y Nicodemo, P., 2010, pp.155-170).

A esto hay que agregarle que hoy día estos medios se insertan en el entramado de las redes sociales. En este sentido, las relaciones entre los ciudadanos están, cada día más, mediadas por estas redes, con diversos lenguajes donde prevalecen los audiovisuales.

En suma, se hace imperativo el buen uso de las plataformas tecnológicas y el dominio de sus lenguajes para ejercer la Gestión cultural. Con esto quiero decir que el Comunicador Social está llamado a ejercerla profesionalmente.

Para ponerlo en términos llanos: si queremos visibilizar expresiones culturales que han estado opacadas[1]; reforzar o cuestionar prácticas sociales que contribuyan, o no al desarrollo sostenible; dar a conocer costumbres, tradiciones o innovaciones culturales; contrastar creencias y formas de pensar; denunciar la violación de derechos culturales; o promover el respeto y fomentar la diversidad, se hace imprescindible el uso de los medios de comunicación y el manejo creativo de sus distintos lenguajes. Y son los comunicadores sociales los profesionales llamados a ello.

Como bien saben los alumnos de la UCAB, el trabajo en las redes es desterritorializado y puede llegar a impactar a comunidades ubicuas en todo el globo. Sin embargo, esto no quiere decir que el gestor cultural no deba tomar en cuenta el contexto local en el cual se desenvuelve, cuyas dimensiones variará según el objetivo y envergadura del proyecto.

Si partimos del contexto venezolano, podemos observar un consumo cultural que entra, principalmente, por los ojos (prevalece un lenguaje audiovisual), formado por consumidores tradicionales, intimistas, lúdicos y familiares (Bisbal, M. y Nicodemo, P., 2010: 162) que, cada día más, participan en un mercado donde se producen, consumen y comparten contenidos ubicuamente[2], a pesar de la hegemonía comunicacional (e incluso cultural)[3] que desde hace años ha impuesto el Estado. Se observa también una creciente dificultad por parte de los ciudadanos para asistir a actividades culturales, debido a: (1) el acelerado empobrecimiento de las mayorías; (2) el colapso del sistema de transporte público; (3) el tiempo que deben invertir para llegar al trabajo o conseguir los productos básicos, entre muchos otros factores.

Aunque estos son solo algunos aspectos de nuestro contexto, sirven para resaltar la importancia de los medios de comunicación en el consumo cultural del venezolano de hoy, aun con las fallas que se están presentando en los servicios radioeléctricos y de telecomunicaciones, y a pesar de la creciente dificultad que tienen los consumidores para renovar sus equipos smartphones. Esto también refleja la importancia capital que tiene el ejercicio de la gestión cultural en los medios, como forma de contribuir a salir del atolladero en el que hemos entrado como sociedad.

La gestión cultural no es más que una forma creativa de ejercer la ciudadanía, y los formatos y lenguajes para llevarla a cabo pueden variar tanto como la creatividad del gestor lo permita: desde los más tradicionales formatos impresos y audiovisuales hasta podcasts, micros en IGTV, animaciones, memes y cualquier otro formato de más reciente creación. Incluso, la Publicidad es también un espacio valioso para practicarla.

Esto no quiere decir que la Gestión cultural solo deba hacerse a través de los medios de comunicación, pues hay muchos otros terrenos desde los cuales se puede trabajar fuera de ellos. Entre estos encontramos la creación y explotación de espacios y equipamientos culturales de la ciudad (en diversos campos artísticos); las iniciativas de diplomacia cultural o la formulación de políticas públicas. Aunque estos no gozan de ubicuidad, tienen la ventaja de que, sumados la acción de los medios tradicionales de comunicación, le dan identidad y sentido de comunidad a la localidad (léase: al país, al estado, a la ciudad, al municipio, etc.). En todos estos ámbitos de trabajo, los comunicadores sociales pueden jugar un rol relevante, e incluso llevar una agenda de medios que sirva de apoyo.

Por otra parte, un campo de trabajo que no se puede dejar de mencionar es el Periodismo cultural, que se hace en la calle y en los medios tanto tradicionales como nuevos, y es de suma importancia.

En otro orden de ideas, se puede notar que Gestión cultural no es sinónimo de Filantropía, es decir, no está reñida con los fines lucrativos que pueda tener un proyecto. Evidentemente, el lucro no puede ser el único fin de la iniciativa sino que debe apuntar a objetivos culturales, pero la rentabilidad puede ser clave en la sostenibilidad del proyecto.

Espero que estas líneas motiven a más de un estudiante de Comunicación Social a interesarse por la Gestión Cultural, y a ver el potencial que tiene su carrera para ejercer esta disciplina. Vale destacar que, quien decida embarcarse en esto debe asumir el compromiso de cultivarse intelectualmente para llevarla a cabo con sapiencia y pertinencia. La formación que ofrece la UCAB es integral y brinda la base para lograrlo, pero, a fin de cuentas, la responsabilidad reside en cada quien.

Bibliografía

 Libros:

Bisbal, M. (2009) Hegemonía y control comunicacional. Venezuela: Editorial ALFA, UCAB.

Bisbal, M. (coord.) (2013) Saldo en rojo. Comunicaciones y cultura en la era bolivariana. Venezuela: Ediciones UCAB.

Bisbal, M. y Aguirre J.M. (comps.) (2015) Encrucijadas de la Comunicación en Venezuela. Venezuela: bid & co. Editor.

Bisbal, M. y Nicodemo, P. (2010). Sensibilidad, medios y cultura: reflexiones desde el consumo cultural. En Aguirre, J.M. y

Bisbal, M. (Eds), Prácticas y travesías de Comunicación en América Latina. (pp. 131-181). Venezuela: Fundación Centro Gumilla.

Cañizález, A. (2012) Hugo Chávez: la presidencia mediática. Venezuela: Editorial Alfa.

Delgado-Flores, C. (2014) El Nosotros Venezolano: Proceso de construcción de una cultura democrática nacional. Venezuela: Ediciones de la UCAB.

García-Canclini, N. (2006) Diferentes, Desiguales y Desconectados, Mapas de la interculturalidad. Barcelona: Editorial Gedisa.

Revistas:

Bermúdez, E. y Sánchez, N. (2009). Política, cultura, políticas culturales y consumo cultural en Venezuela. Espacio abierto, cuaderno venezolano de sociología. No. 3, 541-576.

Fuentes electrónicas:

Álvarez Colmenares, A. (21 de julio de 2019). Fedecamaras(sic) destacó que está impulsando una alianza con la diáspora. El Periodiquito. Recuperado de: https://www.elperiodiquito.com/noticias/105822/Fedecamaras-destaco-que-esta-impulsando-una-alianza-con-la-diaspora

Rodríguez, V. (s.f). Políticas Culturales y Textualidad de la Cultura: Retos y Límites de sus Temas Recurrentes. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Recuperado el 27 de julio de 2019 de: https://www.oei.es/historico/cultura2/vmrodirguez.htm

[1] Diferencias en relaciones de desigualdad, como explica García-Canclini (2006, pp. 56-79)

[2] Además de las dinámicas globalizadoras que afectan a todas las sociedades, la diáspora venezolana ha jugado un papel clave en este punto. Basta ver las presentaciones de artistas y humoristas venezolanos por ciudades donde hoy día reside un gran número de connacionales (véase el caso, por ejemplo, de Luis Chataing, Nando de la gente, Valentina Quintero, Miguel Delgado Estévez, El Pollo Brito, Desorden Público, entre tantos otros, que en las redes publican sus giras por distintas ciudades).

Por otra parte, destacan las declaraciones del nuevo presidente de Fedecámaras, recogidas por  Álvarez (2019), fomentando las exportaciones hacia los mercados de la diáspora y promoviendo alianzas entre los empresarios locales y aquellos que emigraron.

[3] Una ampliación de este tema se puede encontrar en los trabajos de: Bermúdez, E. y Sánchez, N. (2009); Bisbal, M. (2009, 2013); Bisbal, M. y Aguirre, J.M. (2015); Cañizalez, A. (2012) y Delgado-Flores (2014).

*Julio Betancourt es profesor de Gestión Cultural en la Escuela de Comunicación Social de la UCAB